Mis padres pusieron interés, pero la verdad es que nunca aprendí idiomas en condiciones. De pequeño fui a una academia de francés, pero los métodos de enseñanza que tenían aquellos personajes eran tan toscos que lo que realmente aprendí fue que el francés no era lo mío. Me arrepiento de no haberme esforzado más, sí, pero yo era un niño y aquellos profesores eran inaguantables.
Luego vino el inglés en el colegio, que nunca se me dio mal. Lamentablemente en España el aprendizaje de idiomas nunca ha estado bien planteado en la enseñanza pública, al menos durante mi época académica, así que acabé como muchos con una razonable capacidad para leer cosas en inglés pero con una nula capacidad de expresión. Ni hablada ni escrita.
En la universidad tenía cosas más importantes que aprender, y cuando llegó mi etapa profesional me encontré con que era un ingeniero muy capacitado pero analfabeto en una rama fundamental: Era incapaz de hablar en inglés. Lo que comprendí entonces, demasiado tarde, que me cerraba muchas puertas.
El punto de inflexión llegó el día que tuve que enfrentarme a una reunión de trabajo importante… en inglés. Apenas entendí palabras sueltas de lo que se estaba hablando, mis compañeros tenían que traducirme las preguntas que iban dirigidas a mí para entenderlas. Y a la hora de expresarme parecía un niño de 5 años hablando, torpe y con frases mal construidas. Nervioso e inseguro.
La adrenalina me hizo salir de aquella situación, esa es la verdad, pero la vergüenza conmigo mismo durante la vuelta a casa aquel día la recordaré toda mi vida.
Así que mi hijo mayor va a una academia de inglés, cuando sale del cole donde también tiene clases de inglés. No es que pueda pagar cómodamente esa cantidad mensual, pero es algo que tengo que hacer por él para que luego tenga algunas puertas abiertas. Va muy contento y aprende mucho.
Luego en casa yo veo habitualmente documentales de la BBC en inglés, con subtítulos en inglés a los que procuro no hacer demasiado caso, y muchas veces acabo viéndolos con mi hijo. Esos documentales son tan buenos que puedes verlos varias veces, unas con subtítulos y otras sin ellos. Son tan buenos que hasta un niño disfruta viendo las imágenes, escuchando la voz de Richard Attenborough y aprendiendo con las palabras sueltas que puede captar. La pronunciación de Richard Attenborough es tan perfecta que me da la confianza de que tengo el inglés dominado (algo bastante lejos de la realidad), lo mismo que se la da a él.
Richard Attenborough y Mickey Mouse son mucho mejores profesores de idiomas de lo que nunca fueron aquellos personajes que intentaron enseñarme a mí francés. Para mí habría sido un orgullo saber hablar francés ahora, con la misma soltura con que hablará inglés mi hijo dentro de unos años.